domingo, 2 de marzo de 2008

La Soledad

Jaime Rosales dirige esta película, premiada con tres premios Goya, entre ellos a la mejor película.

En ella nos cuenta la historia de varios personajes, cada uno con sus alegrías y sus tristezas, sus vidas, normales, como cualquiera de las nuestras. Asistimos a ellas como espectadores que se cuelan a través de una ventana, observando.

Adela y Antonia son dos mujeres de distintas generaciones. Cada una sufre sus desgracias. La primera pierde a su hijo de 14 meses en un atentado, y la segunda ve cómo sus hijas se enfrentan entre ellas.

Los diálogos son simples, sin nada especial, conversaciones que se tienen en el día a día, sobre el tiempo, las obras de Madrid, la belleza estética... nada importante, nada profundo. Pero en los rostros de las personas vemos su dolor. Todas sus emociones las guardan para dentro. Los compañeros de piso de Adela se sienten mal por lo que le ha pasado y porque la ven mal, pero en ningún momento le preguntan qué tal está ni le piden que se desahogue, ni ella les cuenta lo que siente, lo que sufre. Está ella sola con su dolor.

Por otro lado, Antonia no quiere vender su casa, pero no se atreve a decírselo a su hija porque ésta cuenta con el dinero para poder comprarse una casa de veraneo. Cree que su hija es una egoísta y se siente mal cuando descubre que ella es la última en ver la casa. Pero en ningún momento se lo dice, evita los enfrentamientos, les dice a sus otras hijas que no pasa nada, que no es importante, cuando protestan porque ven lo que está sucediendo. Lleva su dolor ella sola, sin compartirlo con nadie.

Es el problema de la incomunicación en el mundo que vivimos. Sin embargo, a pesar de que los personajes no expresan sus emociones, nosotros desde fuera, como observadores, percibimos lo que sienten con sus gestos, sus miradas, sus silencios. Quizá lo que pasa es que en el día a día debemos aprender a observar más a la gente que nos rodea. Darle más importancia a las miradas y los gestos que a las palabras ya que muchas veces éstas engañan. No resulta fácil comunicarse en un mundo en el que la gente va a lo suyo y pocas veces se preocupa de los demás. O con gente que a veces se preocupa más de su propio bienestar que del de los demás.

Por ello creo que si alguien realmente nos importa, sabremos ver más allá de las palabras. A veces un ‘todo va bien’ como el que le dice Adela a su padre encierra un ‘estoy mal, pero no puedo decírtelo’. Pero ¿cuál es la respuesta que realmente queremos ver?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, creo que si alguien te importa la respuesta que se debería ver es la que esté expresando en ese momento pese a que sus palabras sean un “estoy bien” estoy segura de que si conoces a esa persona sabrás que su mirada o su gesto dicen lo contrario. Pero lo que creo que pasa muchas veces es que no queremos ver la verdad porque nos da miedo o porque estamos tan inmersos en el día a día que caemos en un estado de indiferencia o un no querer ver.

Aunque al final, creo que siempre hay alguien cercano, que siempre está ahí y que de vez en cuando te sorprende con un regalo y que pese a ser diferente a ti, una mirada o un gesto en el momento adecuado lo dicen todo. Eso es magia para mí y esta película con diálogos sencillos y sentimientos cercanos lo sabe transmitir.
Un abrazo,
Naiara.

Thabitha dijo...

Exacto Nai. A veces no queremos ver o nos ponemos parches como los caballos para no ver lo que hay alrededor, solo al frente y solo nuestro camino.
Pero, efectivamente, a veces hay alguien que te sorprende. Alguien en cuya mirada aprecias un 'cuenta conmigo' o que, con un simple gesto hace que te sientas bien.
Un beso!